martes, 30 de agosto de 2011

PIPO MANCERA: UNA EVOCACIÓN

PIPO MANCERA era el culpable de que, cada vez que tenía que salir para el Luna los sábados a la noche, me fuera vistiendo de a poco y en los cortes comerciales. Y, generalmente, salía únicamente cuando su show había terminado. Recuerdo muy bien, en forma especial, a Tita Merello cerrando el programa creo que a las ocho de la noche o quizás más.
Este puede ser un blog en donde predomine el boxeo, pero siento que no todo es boxeo en la vida y que cuando suceden estas cosas -la muerte de un grande, por ejemplo-, también vale la pena reflejarlo. Nicolás Mancera ha sido un referente para muchos de los que, siendo pibes, soñábamos con ser periodistas. Al menos para mí. Pipo era, ante todo, eso: un periodista. Aunque trabajaba con público, era capaz de sentarse frente a frente, de cerca, con un personaje, bajar las luces y crear un clima íntimo como si no hubiera nadie alrededor. Supongo –ahora que estoy más grande- que su gran secreto era el de saber escuchar atentamente a lo que decía el otro.
Además, era el conductor de un programa ómnibus, que él convirtió en un gigantesco unipersonal, porque hacía de todo, desde emular las hazañas de Houdini, a ponerse a llorar con la vida del circo (aparentemente eso le encantaba) o a hacernos reír con lo que entonces era una novedad, la “Cámara oculta” que, según informaba él, era una creación de la TV francesa. Como se podía fumar en cámara, usaba el cigarrillo como un elemento más de la puesta en escena. Usaba como cortina musical uno de los temas más característicos de la película “Irma, la dulce”, de André Previn. Además de haber presentando a un Sandro semidesconocido (ver foto) o de haberle hecho la primera nota a Maradona (¿Quién puede creer que Pipo fue Pipo de casualidad?) era fino con la palabra y delicado con sus gustos. Mejor dicho, hacía las cosas con buen gusto. Tal vez porque eran épocas muy pasadas, y uno se está poniendo viejo, pero en esos tiempos se podía uno reír, emocionarse o divertirse sin escuchar palabrotas, sin presenciar peleas verbales llenas de insultos y sin ver a todo tipo de señoras, señoritas y aspirantes a actrices y estrellas que no necesitaban mostrar el culo o desnudar pequeñas miserias humanas...
Se fue un hombre al que supe admirar, de quien aprendí bastante observándolo y que además de periodismo, sabía mucho de televisión, de ese arte de utilizar la cámara de una manera más periodística que estática. Después de todo, también había sido un cronista de cine.
Se fue Pipo, un periodista.

CARLOS IRUSTA

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